Te presentamos algunas historias de vida que resumen nuestras acciones.
Nina y Sotera
Mónica y Miriam
Diego y Felipe
Ingrid y Johana
Franco
Viene a la Fundación desde sus 12 años cuando con su mamá Gladis se sumó al Programa de Acompañamiento al Niño con Discapacidad y su Familia. Allí encontró la contención y el asesoramiento que necesitaba para resolver en un principio, su situación de pensión y obra social.
Pero además Franco encontró un lugar, encontró amigos, se reencontró con su familia una vez que perdió a sus padres. Siguió viniendo por años a distintas actividades, Colonia de Vacaciones, Fútbol como ayudante…
Hoy viene a saludar cada día y los jueves a Lenguaje de Señas.
Daniela
Daniela viene a la Fundación desde hace 9 años, cuando Candela estaba en la panza
Comenzó en el CEPAN en el curso para Embarazadas, luego en los cursos de Preparto hasta que nació su beba. El papá de Cande la llevó durante un año a las actividades de Rincón de Juego y Estimulación porque ella trabajaba y no podía llevarla. No se quería perder la oportunidad de ese espacio para su hija.
Para Daniela la Fundación es su Casa, aquí encontró amigas, un lugar de referencia, de encuentro…
Juliana
Es normal verlos a Juliana y a David en nuestra sede de Las Tunas. Es que la familia Longhi es una de las tantas familias del barrio que adoptaron a la Fundación como su casa.
Juliana es una mamá luchadora, mamá de niños con discapacidad visual. Hace 10 años pisó por primera vez la Fundación en busca de un espacio de apoyo, y llegó al PAD, nuestro Programa de Acompañamiento al Niño con Discapacidad y su Familia. Poco a poco comenzaron a participar de otros programas, como el de Microcréditos para mejora de viviendas que la Fundación ofrece junto a Vivienda Digna.
De tener una sola habitación, baño en el exterior de la casa y 6 niños durmiendo entre el living y la habitación, pudieron tener 4 dormitorios casi finalizados, un baño con ducha, agua caliente, y muchos sueños cumplidos.
Además de lo donado, ellos pagaron el microcrédito que luego fueron renovando para realizar otras refacciones. Un ejemplo de que se puede, y que frente a la adversidad, con aliento y acompañamiento, se puede transformar la realidad.
Clarita
Clarita Vargas llegó a la Fundación en el 2008, acompañada de su mamá Nancy. Tímida e introvertida con unos ojos enormes y un diagnóstico “hipoacusia bilateral”. No hablaba ni escuchaba. Tenía solamente 3 años. Iba a un jardín común.
Pronto se hizo una audiometría y asistía a un colegio para chicos sordos donde se les enseña tempranamente a hablar. Unos años después Nancy nos llamó emocionada y nos hizo escuchar como Clarita decía sus primeras palabras “mamá”, fue una de ellas. Ya cumplía 4 años.
A los 8 años recibimos la noticia de que Clarita iba a ser operada para recibir un implante coclear, ella quería escuchar como sus amigos y hermanos. Entró al quirófano sonriendo, algo que sorprendió a la enfermera.
Con el implante empezó a escuchar sonidos nuevos que le despertaban mucha alegría. Hoy asiste al Colegio de las Américas y está llena de amigos. Escolta y buena alumna, el año que viene empieza el secundario, en el que seguramente le va a ir bien como todos los desafíos que la vida le presentó.
Clara quiere ser diseñadora de modas o veterinaria. “La Fundación me acompañó, es una segunda casa. No sabía qué hacer cuando me enteré que mi hija era sorda y ahí me orientaron y ayudaron. Estoy muy agradecida”.